Cuando hace ya diez años tuve el placer de recorrerme los mil y un bares de la vieja (y la nueva) Iruña para escribir el libro La Senda del Pintxo de la capital navarra, tuve, a pesar de creer que conocía la ciudad y sus costumbres, la gran sorpresa de descubrir que si bien Pamplona contaba con una remarcable oferta de cocina en miniatura, lo que de verdad la diferenciaba era la importancia que hosteleros y comensales dan a las croquetas y los fritos. De hecho, titulé el prólogo El Reyno del Frito, y en él afirmé que “los fritos en Pamplona son, como las rabas en Cantabria, el termómetro que mide la calidad de un bar a pesar de contar con la mejor barra de pintxos de los contornos”. 

“Fritos y croquetas no pueden faltar en la oferta de un bar a riesgo de que le marquen a uno con una cruz o, peor, que sufra un boicot de consecuencias imprevisibles”

También comenté que “fritos y croquetas no pueden faltar en la oferta de un bar a riesgo de que le marquen a uno con una cruz o, peor, que sufra un boicot de consecuencias imprevisibles. Y, ¡ay del que no se trabaje la bechamel e intente colar a los pamplonicas un frito precocinado! Él sabrá en qué lío se mete”.

Una década después, tras pasar dos días degustando las propuestas de la VII Edición de la Semana de la Croqueta, he comprobado que mi reflexión no era exagerada. Los cocineros navarros se han volcado en esta iniciativa y los bares participantes no sólo ofrecen la croqueta creada para la ocasión, sino que siguen despachando sin descanso su propia oferta de fritos.

Unas cifras de récord

He de reconocer que durante las dos jornadas en las que he recorrido los bares pamplonicas con un selecto grupo de comunicadores y periodistas de Gipuzkoa, Araba y Bizkaia (dicha comitiva posa en la primera foto), he sentido una sana envidia al ver lo bien que se ha organizado esta iniciativa y la apabullante respuesta que ha concitado tanto por parte de los hosteleros como, y esto es lo más importante, por parte de la clientela, compuesta en un 100% por público local. El primer día de nuestro recorrido, un martes de mayo, el Casco Viejo era un hervidero de parejas y cuadrillas de todas las edades recorriendo, con el práctico folleto editado para la ocasión, bares y taskas solicitando “la croqueta de la Semana”.

“Los fritos en Pamplona son el termómetro que mide la calidad de un bar a pesar de contar con la mejor barra de pintxos”

Hablando con los hosteleros, quien más quien menos admitía que durante la Semana de la Croqueta estaban doblando la facturación habitual del bar, y fuimos testigos de casos como el bar Ulzama de la calle San Nicolás, cuyo propietario nos contaba, encantado, que a falta de cinco jornadas para la finalización de la Semana, había vendido ya 1.500 croquetas, superando en más de un tercio las ventas de la edición de 2023. Y todo esto teniendo en cuenta que han sido nada menos que 91 los establecimientos que se han animado a participar. 

Mientras en Gipuzkoa cada vez resulta más dificultoso animar a la hostelería para participar en los campeonatos de pintxos, que actualmente pasan desapercibidos para el gran público, en la provincia vecina suponen todo un acontecimiento que mueve masas de gente a la calle y a los bares, como pasó en la recientemente celebrada Semana del Pintxo de Navarra. 

Tres días para disfrutar

Quien quiera comprobar todo esto cuenta, todavía, con tres días para hacerlo ya que la Semana de la Croqueta dura hasta el próximo domingo 12 de mayo. La organización cuenta, además, con una completa web (semanadelacroqueta.es) en la que pueden consultarse, divididos en barrios y en municipios, los bares participantes y sus horarios. Además, desde la web puede descargarse el práctico folleto editado para la ocasión que puede también encontrarse en papel en las barras de los establecimientos participantes. 

"Quien quiera probar una croqueta de bacalao impecable puede decantarse por la del bar Baviera, obra del donostiarra Joxean Calvo, quien dirigiera en su día el añorado Zeruko de la Parte Vieja"

Por mencionar algunas de las referencias degustadas, ya que servidor tiene la ventaja, al contrario de los organizadores, de poder orientar o criticar, os recomendaría que no os perdierais la mencionada croqueta del bar Ulzama La Jagocreta, dedicada a Jagoba Arrasate, entrenador saliente del Osasuna, o La kontxa de la Lola, la última locura de Iñaki Andradas y Luken Vigo del Baserriberri, uno de los bares más creativos de Iruña que cuenta, además, con una sucursal en Donostia: el Rojo y Negro de San Marcial. 

Quien quiera probar dos croquetas de bacalao impecables puede decantarse por la del bar Baviera, obra del donostiarra Joxean Calvo, quien dirigiera en su día el añorado Zeruko de la Parte Vieja, o en un tono más moderno el Patalao de Gorka Aginaga en el bar Iruñazarra. Y como producto local nos entusiasmó Chilin chilin, croqueta de cordero al chilindrón del bar Nuevo Anaita, en los bajos del Hotel Ciudadela.

Eso sí, que nadie lo dude: todos, los 91 participantes de esta Semana de la Croqueta lo han dado todo para agradar a quien les visite estos días. No se pierdan la oportunidad de comprobarlo. ¿A quién no le gusta una buena croqueta?