DEBO reconocer que el diputado foral de Innovación y Sociedad del Conocimiento, José Ramón Guridi -mañana les ofreceremos una entrevista con él-, me ha sorprendido gratamente en su decisión de poner cuanto antes las bases de un modelo que puede hacer más competitivas a las empresas guipuzcoanas, partiendo de un hecho tan simple como es la participación de los trabajadores en el desarrollo, gestión y propiedad de las compañías. Me ha gustado porque es una prueba más del papel que deben tener las instituciones públicas, de ser pioneras, de adelantarse a los acontecimientos y poner en marcha iniciativas novedosas, incluso arriesgadas, que respondan a las necesidades de los ciudadanos. Y en este caso, la necesidad de encontrar salidas a la crisis económica nos obliga a ser innovadores para poder ser más competitivos.
No pensaba que una idea que el presidente de Gipuzkoa Berritzen, Juan María Uzkudun, llevaba mucho tiempo defendiendo como instrumento de estabilidad y competitividad de las empresas guipuzcoanas y que plasmó hace ya casi tres meses en una entrevista publicada en este periódico, tuviera ya su primera expresión en unas jornadas que se van a celebrar el próximo mes de octubre. El objetivo es establecer nuevas figuras fiscales que incentiven a los propietarios de las empresas para que cedan la propiedad, en parte o totalmente, a los trabajadores para que éstos adquirieran las acciones de titularidad de la compañía.
Plantear que los trabajadores participen en las empresas le puede parecer a más de uno volver a poner en marcha principios vinculados con el socialismo o la autogestión. Nada más lejos de la realidad. La implicación de los trabajadores en las empresas sirve no sólo para dar estabilidad al tejido empresarial, evitando la desaparición de compañías por relevos generacionales, jubilación o venta a multinacionales, sino como un elemento importante en el desarrollo de una economía. Porque ofrece mayor arraigo en el territorio, evitando movimientos de compra especulativos y futuras deslocalizaciones, y otorga una mayor proyección a largo plazo de las empresas. Sirva el ejemplo de Estados Unidos, donde existen 11.000 empresas participadas y la gran mayoría de las grandes sociedades anónimas que cotizan en Bolsa cuentan con una participación de sus trabajadores en el capital superior al 30%.
La participación de los trabajadores en las empresas se puede decir que forma parte de la cultura de Gipuzkoa y tiene su origen en aspectos tan importantes como es el asociacionismo, que antaño se materializaban en los trabajos comunitarios como el auzolan, junto con la vinculación y el arraigo al entorno y al territorio. Aparte del ejemplo paradigmático y referente mundial del grupo cooperativo de Mondragon, en Gipuzkoa se han producido casos y, en la actualidad, se están dando ejemplos de cómo la participación de los trabajadores en el proyecto empresarial ha sido determinante para el desarrollo y el futuro de las compañías.
Hace ya más de 20 años la participación de los trabajadores que crearon una cartera social que hoy detenta el 29,56% de las acciones de CAF fue fundamental para la existencia y el desarrollo de lo que con el paso del tiempo se ha convertido en uno de los mejores referentes mundiales de la empresa guipuzcoana. Precisamente, gracias a ese paquete de acciones, los trabajadores de CAF son los principales socios de referencia de la compañía, lo que es una garantía total sobre su arraigo y el mejor antídoto pare evitar posibles tentaciones de adquisición por parte de terceros.
Recientemente, hemos visto el caso del equipo directivo del Grupo Alfa, que ha entrado en el capital de la empresa, tras la jubilación de su principal accionista Enrique Treviño, al igual que en Etxe Tar de Elgoibar. Un ejemplo paradigmático es el de Alcorta Brockhaus, también de Elgoibar, que con la participación e implicación de los trabajadores en la gestión y capital de la empresa funciona ahora mejor que cuando formaba parte de una multinacional extranjera en un sector tan maduro como puede ser el de forja.
Son casos de éxito que se han producido en Gipuzkoa y que ponen de relieve no sólo que la participación es un elemento competitivo para una economía, al facilitar la estabilidad y el desarrollo de sus empresas, sino que proporciona bienestar social, no ya sólo para los trabajadores concernidos, sino también como instrumento de cohesión de una sociedad, que no es poco en los tiempos que vivimos.