Esta carta no tiene nada que ver con la tan cacareada IA (inteligencia artificial). Habla de la inteligencia emocional, y de un palabro que se ha puesto también de moda: el edadismo, la discriminación hacia las personas mayores. Poco a poco, la tecnología y las prisas de lo inmediato están comiéndonos el terreno, y con ello se están perdiendo la educación y los buenos modales.
Por ejemplo, cuando vas a coger el autobús, y nadie saluda, atento más a la pantalla de su móvil de megaultimísima generación. Ni tampoco se respeta el orden de llegada, agolpándonos en la puerta para entrar, todos a la vez.
Capítulo aparte merecen las prisas del conductor por iniciar la marcha, acelerando de una manera repentina, acuciado por el control tan ajustado de tiempos que le imponen, arrancando sin esperar a que la gente se acomode en los asientos o se baje en la parada, sobre todo las personas mayores o las que, como yo, tenemos algún tipo de discapacidad que nos hace ir más lento, con el peligro de caída que eso conlleva.
Qué decir si tienes que hacer algún trámite con la administración o con el banco de turno. Cada vez lo ponen más fácil para que lo hagas vía Internet, y no se dan cuenta de que hay gente que son verdaderos analfabetos tecnológicos, y que, por su edad, no tienen por qué saber manejarse con un ordenador o con un teléfono inteligente, o pelearse con una locución telefónica, que en la mayor parte de los casos te hace colgar de mala leche y desesperado.
Francamente, tengo la esperanza de que al leer esta carta, empatices un poquito, reflexiones y que seas más inteligente… emocionalmente hablando.
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