Una pequeña noticia ofrecida sin mucha alharaca, ha comunicado al personal que Mediaset estudia seriamente recuperar para la audiencia de sus emisoras convencionales el programa Gran Hermano, propuesta televisiva que ha aparecido en antena durante veintitantos años y ha supuesto para los gestores de esa cadena un ejercicio de éxito, revolución mediática y alteración del campo audiovisual. GH supuso en la historia de la tele un revolcón estrepitoso, poderoso y triunfal de un modo de hacer televisión en un ejercicio de realismo captado por una treintena de cámaras, grabando u ofreciendo en directo o diferido las 24 horas de un puñado de días de la convivencia, más o menos pacífica, de un grupo de jóvenes, ellas y ellos, en continuo roce corporal y espiritual. La aparición de este reality supuso la irrupción de un género explosivo, agotador y perverso en el modo de consumir tele de millones de espectadores, dominados por la potencia imantada de la tele en un ejercicio de desnudo mediático, bien pagado por las arcas de Mediaset. La retransmisión de las escenas de la vida cotidiana fue la piedra angular de una narración agresiva, dolorosa y cruel de un estilo televisivo consumido por millones de espectadores, que descubrieron la excelencia de despellejar frente a las cámaras, los cuerpos y almas de monigotes absorbidos por la narración manipuladora de quienes seleccionaban la parte de la realidad a mostrar a los telespectadores, en un ejercicio de travestismo y desnudez integral construido para satisfacer el ansia devoradora de las vidas, en ocasiones arrastradas por la desgracia, la incapacidad o el juego exagerado de llegar a momentos de degradación y desnudez mediática. Chapapote indigno y despreciable.